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#CríticaDeMiércoles: El discurso del Rey

Peritaaaaas
en esta oportunidad fui a uno de los teatros en Miraflores que más me gusta porque tiene un diseño antiguo de corral de comedia supercool. ¿Has oído de este tipo de teatro? Si es así estrellita para ti; si no, te dejaré más abajito #eldatodelapera*. En fin, el Teatro Británico presenta la obra “El Discurso del Rey” del premiado dramaturgo británico David Seidler y dirigida por el reconocido director peruano Mateo Chiarella (soy su fan 💙). La historia narra el viaje de superación de Alberto, Duque de York, para con su tartamudez y el desarrollo de una peculiar amistad con Lionel Logue, un terapeuta del habla australiano con sueños de ser actor en Londres (¿qué romántico, no?).


Un variado elenco conforma la obra, entre ellos Hernán Romero y Roberto Moll (por ahí que tu mamá y/o abuela han hablado de ellos y lo geniales que eran actuando). Ellos se encuentran trabajando de la mano con Juan Carlos Rey y Eduardo Camino, junto con mujeres reconocidas del teatro y de la pantalla grande y chica como son Anahí de Cárdenas y Anneliese Fiedler. Les cuento que me quedé asombrada por cómo los dos jóvenes actores se encontraron realizando la mayor cantidad de escenas donde se desarrollaban no solo las sesiones de terapia sino la relación de amistad que sus personajes, el duque de York y el entusiasta terapeuta del habla, entablan, respectivamente. 

 En general el desarrollo de esta relación, como la intervención de los demás actores y actrices, estuvo bien lograda; cumpliendo con las expectativas que sus nombres provocan (Ambos actores llevan bastante tiempo trabajando en el teatro y en televisión y ver a esta dupla trabajando juntos generaba bastante expectativa). Saben, queridas y queridos lectores, es bastante chévere cuando se ve nen escena cómo los actores y actrices consiguen diferenciarse en energías y características para así poder complementarse tanto en una curiosa amistad, como en hombres de poder o mujeres de distintas clases sociales dentro de una época bastante particular (mientras sucedía esta historia la Segunda Guerra Mundial se encontraba tocando las puertas).

Eduardo Camino encarnó al personaje de Lionel, el actor logró sostener largas escenas donde habitaba puramente el texto y con su energía y corporalidad conseguía que esta perita y en general todos los espectadores presentes siguieran el hilo de la historia. Camino estuvo siempre atento a su compañero actor y se movía con bastante licencia y soltura a lo largo de toda la escena. Sin embargo, aunque esta característica haya estado muchas veces a su favor también resultó en contra de él pues la energía que emanaba llegaba a excederse a tal punto que creaba una distancia notable entre las demás actuaciones haciéndolo parecer forzado y poco natural y por lo que creerle a este personaje era, por momentos, un trabajo. (Es por esto que es muy importante cómo el director dirige a sus actores para poder lograr que todos se encuentren en una misma línea de actuación.) A pesar de todo esto, Camino construyó un personaje con bastante carisma.

Ahora podemos hablar de su compañero de escena y quien tenía mayores traumas por su cargo y labor, hablemos del actor Juan Carlos Rey. Su apariencia física ayudó bastante al inicio de la creación de su personaje para con la elegancia y estructura de un hombre de la realeza. Al contrario que con su compañero Eduardo Camino, este plus en el actor no se vio totalmente explotado por lo que la presencia de un futuro rey no estuvo siempre acompañado por el actor. Ahora bien, a pesar de que este punto pudiese no ser beneficioso para él sí generó esa inestabilidad que el mismo personaje poseía y que era la de no siempre poseer un status claro frente a lo que su título de realeza le exigía. La diferencia aquí se encuentra que mientras que esta característica de inestabilidad debió ser construida por el actor fue mas bien el resultado de la poca capacidad para apropiarse del escenario que tenía el mismo. Viendo otros rasgos en el trabajo del joven actor se encuentra su trabajo con la  tartamudez que si bien al inicio de la obra se presentó algo forzada y tensa, consiguió ser mejor manejada a lo largo de la obra. Veíamos a un real tartamudo luchando contra la angustia de serlo y de tener que realizar próximamente un discurso a la nación. (¿Se imaginan pasar por eso? Y esta es una historia real, es sorprendente cómo el ser humano se su-pera.) Donde en un inicio veíamos y sentíamos a un actor tenso luego logramos verlo interpretar a su personaje con mayor control. 

Resulta importante tener en cuenta lo que significa la amistad entre estos dos hombres para poder ser conscientes del peso de esta historia. La presencia de Lionel es significativa porque no solo ayuda a Alberto a luchar contra su tartamudez sino que lo convierte en el hombre que su título le pide. Le ayuda a crear una solida confianza en quien es el futuro rey y termina de colocar las piezas que le faltaban a este inseguro hombre que aguantó toda su vida la burla de sus más cercanos familiares. Entender el valor de lo que representa Lionel es fundamental para que los actores logren crear una relación que no solo sea sincera entre ellos sino que logre traspasar al espectador para que este llegue a comprender lo que esta amistad significa más allá de la historia. Es una relación que rompe muchas normas y es que es más que una simple amistad pues posee muchos temas atrás que serían fácilmente de vincular con nuestro presente limeño.  Entre ellas, las clases sociales y la manera de ver a los extranjeros. (No importa de dónde venga la pera, todas somos iguales) Pues bien, lamentablemente no llegué a ver lo fuerte que tenía que ser este vínculo. Ya sea por los mismos actores o por un tema de dirección, la relación final no tuvo el peso que debió tener. Ante esto, no significa que el resultado haya sido malo. A lo que llego como conclusión es que el resultado, así como toda la obra, fue correcta. El producto final, como obra teatral, es muy limpia, con actuaciones claras y buenas pero en general se queda en esta característica anteriormente mencionada. ¿Qué sucede entonces cuando una obra posee este rasgo? Lo que muchas veces sucede es que no llega a transmitir más de lo que duró la función. (Les comento algo, pienso que uno de los mayores logros que tiene una obra y en parte uno de sus funciones es dejar pensando al espectador. Salir de función y tener más preguntas y descubrir emociones raras en ti. Todo esto genera un tipo de reflexión que resulta bastante grata sobre todo cuando lo compartes con alguien más que vio la obra y tratar entender de dónde surge todo lo que se está sintiendo).

Pues la historia es solo una excepción para habla sobre la superación, la amistad y el valor; temas de bastante relevancia pensando en nuestra actualidad donde cada vez nos dividimos más entre nosotros, entre los géneros; donde nuestros políticos no dejan de sorprendernos negativamente; donde muchos limeños no aceptan a extranjeros que buscan una mejor vida y viajan hasta este país por una oportunidad y donde el ejercicio de superación nunca se debería ver olvidado pues es el motor que mueve a una persona, a una sociedad y que puede generar un cambio.

Siguiendo con las demás actuaciones y a pesar de la ultima reflexión, se encuentra, junto con el duque de York su mano derecha y esposa:  Elizabeth, papel interpretado por Anahí de Cárdenas. Elizabeth, una mujer segura y decidida que encontró y llevó a su esposo al terapeuta del habla que cambiaría su vida. Lamentablemente la relación y el desarrollo de esta pareja quedó en lo superficial. La actriz no logró ser empática con el público por lo que este personaje quedó en un plano menor al de secundario. No vemos un cambio en ella, la Elizabeth que vemos termina siendo la misma mujer que conocimos en un inicio de la obra solo que esta vez dice estar orgullosa de su esposo y es reina. Resulta importante que cada uno de los personajes, en cualquier obra, consiga pasar por un viaje que los transforme y ver en qué se han convertido, pues si vemos que un personaje ha sido afectado y transformado, como público, nos veremos incluidos en su viaje y una puerta hacia la reflexión sobre cómo el ser humano puede cambiar se abre. En esta oportunidad la actriz no consiguió ni este punto ni la elegancia que implica ser británica ni de la realeza más bien parecía una mujer muy recatada de Lima, con una manera de hablar rara lo cual la separa a miles de kilómetros de lo que una mujer de Londres emanaría. 

Por otro lado, es inevitable no reconocer el gran trío que conformaron los actores Hernán Romero, Roberto Moll y Ricardo Goldenberg, (de los que te hablé arriba) quienes solo necesitaban una esquina y pocas miradas para establecer una confidencia que refrescaba la obra. Los actores poseían tal química y manejo de público que se robaban toda la atención de los espectadores.

Haciendo un aparte a las actuaciones hay otros puntos de valor que la obra posee. Teniendo como escenario principal a Londres, la historia requiere de cambios constantes y rápidos de escena y mientras que esto podría representar una dificultad para montar en un teatro, fue dominado por completo por el director que de la mano de la operación de luces creó  puertas y paredes de luz, una solución muy práctica y clara para transportarnos de un lugar a otro sin mayor esfuerzo (#datodelapera: Mateo Chiarella, el director, tiene propuestas de música y de luces siempre interesante en todas sus obras. Puedes ver más de su trabajo en Aranwa, su teatro 💙). De igual manera el uso de lo audiovisual cumplió correctamente su tarea, que era el de ubicar al público mediante textos y videos lo que sucedía en la época en que se encontraban los personajes para así entender a qué se enfrentaba el futuro rey Alberto y las presiones que debía soportar. Fue un uso limpio y económico de un ecram que no retrasó el ritmo de la obra y que por momentos era acompañado de los actores. 

¡Así que ya saben! A tirarse la Pera en el teatro esta semana.

La Pera 💋

*Corral de Comedias: Durante el Siglo de Oro existieron teatros llamados “Corral de Comedias” al modelo de tatro donde el público permanecía parado y/o sentado (dependía del estado socio-económico). El lugaera dentro de patio y corrales interiores que separaban los edificios. En este se representaron obras de autores como Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, entre otros.

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